Tocar suelo y prometer a las rubias que algún día les llevaría a París. La necesidad de ilusionarme e ilusionarles. Y la certeza de que sólo soñando se consiguen las cosas. Si nos roban la ilusión nos van robando el alma poco a poco hasta hacer de nosotros simples marionetas. Y sé, que al final de mis días París será siempre la victoria de la ilusión, de mis convicciones y de mí misma. La magia existe. La he visto estos días en sus caras.
Por eso, hace apenas dos años la primera vez que vi París desde Montmartre lloré. De pura emoción. Y por eso traer a las rubias aquí es más que un simple viaje. Tengo la firme convicción de que a partir de ahora los regalos a mis hijas serán experiencias y no cosas materiales (más allá de las necesarias). Tenemos y tienen demasiadas cosas que acaban por no valorar. Pero estoy convencida de que este viaje no lo olvidarán.
La Tour Eiffel desde Trocadero
La felicidad está ahí, a la vuelta de la esquina. El truco es disfrutar de lo pequeño, de una copa de verdejo un viernes, de una conversación con amigas, de un paseo en Vespa por la Corniche hasta San Juan de Luz…
Es la única manera de sobrevivir a septiembre y a la rutina. La necesito y la odio a partes iguales. La rutina, digo. Se me cae la casa encima y a la vez estoy deseando pasar un domingo de tormenta al calor del hogar. Entre la pereza de levantarse de la cama, el chocolate caliente y un maratón de clásicos. Nadie dijo que fuera fácil entendernos.
¡ Hola Nerea!
¡Qué post tan bonito! Qué especial es Disney 🙂 Qué fotos tan preciosas, llenas de sueños e ilusiones. Me quedo con «regalar experiencias». Esas llegan al corazón y emocionan. ¡Un abrazo!
Muchas gracias Izaskun!! En una semana tenemos el zorionak de la rubia mayor y sigo en mi empeño de regalarle experiencias… A ver qué tal resulta… ¡Un fuere abrazo!
Muy bueno!! Eso siempre queda, un abrazo!!