El viejo reloj de cuco estaba anclado a la pared de la sala, junto a la mesa del comedor y muy cerca de una foto familiar. Todos nosotros muy niños, nuestros padres aún jóvenes y los abuelos orgullosos de reunirnos para la instantánea. En el último piso de aquel portal de la calle Serapio Múgica estaba el viejo reloj de cuco y un bote de plástico lleno de llaveros diversos y variopintos. Había cientos de llaveros. Y el abuelo Pedro los coleccionaba. La de tardes de domingo que habremos pasado en nuestra infancia jugando con aquellos llaveros. La de horas que habrá marcado ese cuco viéndonos crecer.
Todo esto viene a mi recuerdo porque el viejo reloj de cuco está en otra pared de otro comedor. A mil kilómetros, pero no podía tener mejor destino… Ha pasado a ocupar espacio en otro lugar refugio para toda la familia, donde nuestra infancia tiene sabor a mar y olor a camping. Y allí marcará las horas de los veranos de nuestros hijos, viéndoles crecer, viéndonos envejecer.
A este año le quedan un par de telediarios y tantos sueños aún por cumplir que le abrimos los brazos de par en par al diecinueve. Subamos al autobús, no importa el destino… importa el viaje…
«El día pasará y la vida seguirá,
ganarán los mismos,
perderán los de siempre
y quizá, si eres paciente,
si dejas de correr -y te perdonas-
la vida deje de ser ese autobús
que se escapa justo cuando llegabas a la parada»
Marwan «La triste historia de tu cuerpo sobre el mío»
*Va por ti este post, preciosa tía Lucía… a por todas mi chica valiente <3