Empezar el verano en vespa. En una vespa azul cielo a lo “Vacaciones en Roma” y pasar del miedo a las dos ruedas al deseo de verla rodar hasta una playa francesa. Con sombrero (y faldas) y a lo loco. A lo Marilyn. La moto tiene algo de eterna juventud, de libertad desmesurada y la Vespa de amor de una noche de verano. Vuelve el vintage si es que algún día se fue y mientras, sueño con que se haga de noche mientras sigo con los pies descalzos en la arena. Por fin está aquí el verano y estos últimos días de junio y primeros de julio con una luz nítida y constante. Por fin las terrazas, los vestidos y las rubias de vacaciones.
El #pueblobonito sabe a zumo de una naranja recién exprimida. Naturaleza en estado puro. El sonido de los pájaros al despertar y la ausencia de ruido. Y no saber lo mucho que lo necesitas hasta estar aquí. Demasiado jaleo ahí fuera en la rutina del día a día. El #pueblobonito es como salir de repente de una verbena y cerrar la puerta. Como taparte los oídos en medio de una discusión. Como sumergir la cabeza en el silencioso mar. Y sí, aquí pasan los días lentamente, aquí es posible observar cómo ríen las rubias y cómo su sonrisa se convierte en la mejor de las recompensas a diez meses non stop de trabajo.
Aviso a navegantes… No pienso hacer mucho. O más bien no pienso hacer casi nada. Leer, pasar horas y horas en la piscina, comer comida casera, pasear, tirar piedras en el río, disfrutar de la conversación de mi padre, tomar el vermut, escribir a menudo y sobre todo disfrutar con la complicidad de dos sisters que cada día se hacen más imprescindibles la una en la vida de la otra. El otro día la rubia mayor me preguntaba por qué me gustaba tener dos niñas. Le respondí sin pensarlo. Porque con ellas he vuelto a ser niña yo.