El otro día leía que «en un tiempo en que nadie oye, hay que gritar. Y que cuando todo el mundo está ciego, conviene escribir con letras gigantes». Así quizá conseguiremos ser escuchados, ser leídos. Existir.
Balenciaga decía a menudo que las mujeres no tenían que ser perfectas o bonitas para llevar sus prendas. Cuando vestían su ropa, se volvían hermosas. Y no hay más que ver la exposición de Rachel Mellon en el Museo de Getaria para darse cuenta del significado de sus palabras. La norteamericana tuvo la suerte de ser una de sus selectas clientas. «Me siento bella» escribió en un libro que recogía todos los bocetos de sus vestidos. Como para no…
La elegancia, la sencillez, la perfecta elección de telas y tejidos, el corte tan característico, y tan actual a la vez, de Balenciaga. Contemplar su obra es pura belleza visual.
Julio sabe a salitre y arena. A noches de terraza y luna llena. A verdejo frío al atardecer. A amigos. A verano en estado puro, con su punto salvaje y desenfrenado. A olas y a pelo suelto y mojado. Julio sabe a jazz. Y sí, ya lo dijo Fito en aquella canción… la vida es algo que hay que morder. No te demores.
«En este mundo chambón y jodido
cada noche será vivida como si fuera la última
y cada día como si fuera el primero»
Eduardo Galeano
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