Un año no es ni como empieza ni como acaba. El secreto está en inclinar la balanza hacia los buenos momentos y sólo recordar los sinsabores para aprender de ellos. Un año son días y noches, viajes y momentos. Y hay instantes que marcan un año para siempre. El 2016 es y será el año de la primera Comunión de la rubia mayor, el año de la magia de Disney y de nuestro primer viaje a París juntas, el primer diente caído y la espera al Ratoncito Pérez entre sábanas.
El 2016 es el año del «How now is long«, de un Berlín canalla que te enreda. De sus parques inmensos y sus cervezas. El 2016 es de nuevo el año de mi lugar favorito en el mundo, mi pequeño Bolnuevo. Y de la Ibiza de las calas, los mojitos y los mercados hippyes.
De los paseos bajo los olivos del pueblo bonito, de Matadero Madrid, del Guggenheim y la terraza de Tabakalera y los atardeceres en Donostia durante el Festival de Jazz. Un año de muchos proyectos bonitos y poco tiempo para llevarlos a cabo. Eso sí, las ideas siguen fluyendo y algún día tomarán forma…
El año del sueño de una noche de verano en Arzak. El año en el que mi rubia pequeña aprendió a escribir y a leer (por este orden) y en el que descubrí que la rubia mayor se ha hecho demasiado mayor…
Nos quedan sueños aún por cumplir este año y no esperaremos al que viene.
Bordeaux nos espera…