Hace apenas unas largas horas fallecía un artesano de la vida de 85 años, con el corazón fuerte y la ilusión intactas. Le conocí a través de los ojos de su hija pequeña, mi amiga Lidia. Y decidió irse (si es que algo así se decide) un martes de marzo, con las mimosas en flor y la primavera adelantada.
La vida bohemia y tranquila de Bordeaux. Plazas y terrazas, libros y poemas, juventud a mares y el Garonne con toda su inmensidad. Bebemos cerveza mientras alguien canta «Sweet Home Alabama» y sé que algún día podría quedarme a vivir aquí.
Al temido invierno le hemos robado días de lluvia, paseos por Convent Garden entre sueños de cambio y hasta una impensable y deliciosa visita al viejo Bordeaux. ¿Quién dijo que nos costaba salir de la zona de confort?
«Me rebelo, luego somos» Albert Camus