Luchamos contra la pereza y las prisas. Nos olvidamos de caminar por la orilla descalzos aunque la playa siga ahí. Y de mirar de vez en cuando a la luna. Nos olvidamos de comprar un disco de Elvis para que lo escuchen cada mañana las rubias en el coche antes de entrar a clase. Anoche, con las prisas me olvidé de darte un beso y esta mañana me he olvidado de sonreír. Se me pasó escribirte la semana pasada. Y no sé el tiempo que hace que no releo a Murakami o vuelvo a escuchar mi canción.
Y mientras las prisas nos roban la vida, recuerdo que voy a regalarte “Yo mataré monstruos por ti” para combatir mis propios miedos ayudándote a superar los tuyos. No lo sabéis pero, en el fondo, cuando a las mañanas os digo “Hip hip” y vosotras contestáis al unísono “Urra”, con la intención de que salgáis de casa a comeros el mundo, vuestro entusiasmo me llena de la mejor de las energías posibles para afrontar el día. Y cuando os digo que somos el mejor equipo, me quedo corta.
El otoño nos atropella. O será la vida, imparable. Ganas de perderse en cualquier estación del mundo al azar y hacer dedo. Ganas de terminar de leer ese poema sin interrupciones, sin el reloj que acecha, sin la noche que cae. Y de volver a imaginar los sueños e inventarlos desde cero. A tomar por saco lo establecido, las normas… tus límites te los pones sólo tú.
¿Cuándo paseamos por la calle de la Luna, al lado del Rincón de Elías?
Ohhh…ese callejón de La Luna, y esa terraza maravillosa de el rincón de Elias!