Tener unos padres nostálgicos es lo que tiene… después de quince años han aparecido nuestros viejos vinilos de entre los objetos admirados y queridos de un hogar donde el tocadiscos no paraba de sonar. Mi madre, orgullosa, «quien guarda, encuentra». Mi padre, emocionado… «esto no se puede tirar». Y yo encantada de recuperar alguna joya en directo del Boss, el primer vinilo que me regaló mi hermano, «Mama said» de Lenny Kravitz, mezclados entre los clásicos de ABBA y «We are the world» de mis padres.
Ya lo dijo Lennon, eres lo que escuchas.
Se avecina un temporal de nieve, así que es posible que atrincheradas en casa escuchemos estos viejos vinilos entre buenas dosis de chocolate con churros y mejor lectura. Ése es mi ideal. El de mis hijas, claro está, es bajar a la calle y hacer un espectacular muñeco de nieve a lo «Olaf». Con el frío me vuelvo pequeña y ellas se hacen enormes. Bendita ilusión. Alguien les dijo que a las 2 de la madrugada nevaría y pretenden que les despierte a esa hora para ver nevar desde la ventana. Pero… ¡Quién no recuerda lo increíble que era de niño despertarse y ver todo nevado!
Mi sobrina cuelga la mejor de sus sonrisas en Facebook y mi hermano comenta «The apple of my eye». Me emociono. Qué le voy a hacer. La niña de sus ojos (y de los míos) cumple en breve su mayoría de edad. Se dice pronto… Ella sonríe y se para el mundo. Y el mundo sobrevivirá gracias a ti.